domingo, 24 de enero de 2021

 Quisiera ser poeta algún día, pero ni siquiera termino mis palabras. 

Evidentemente no puedo ser feliz porque estudié Letras. Todos los que se dedican a escribir tienen vidas miserables. Se sabe.

No es que la felicidad me esté negada del todo, es solo que la felicidad llega en pedazos, como pequeñas reminicencias de cosas buenas que luego se esfuman antes de que podamos saborearlas. 

lunes, 6 de julio de 2020

Pues sí, pero he encontrado mucho a lo largo de mi vida, y el tiempo me enseñó que rara vez las cosas son lo que parecen.

Las faltas de ortografía y redacción es estilo, que nunca les digan lo contrario. Las cacofonías igual valen madre.

Todos esos seres a los que amé y que casi me poseen, como dice Beckett.

Perdí la cuenta de mis amantes, y con cada llegada, olvidaba un nombre más.

Cuando digo amantes no me refiero a una aventura de una noche o a gente que terminó en mi cama de forma fortuita. Aunque respetable, eso no tiene ningún mérito ni trascendencia.

Cuando digo amante me refiero a todas las personas que me han amado, que lloraron o estuvieron dispuestos a todo por mí, aunque fuera por un instante.

Por que no me podrán negar que vivimos de alguna tierna y retorcida manera en la gente que nos amó alguna vez.

Leía "El hombre en busca de sentido" de Viktor Frenkl y aún en el holocausto judio, siendo torturado por soldados nazis en un campo de concentración, lo único que parecía importar era el amor que sentía por su esposa.

Su esposa ya había muerto, pero no importaba, en su interior él podía hablar con ella, ver su cara y recordar los detalles que la volvían ella.

Y como decía, he perdido la cuenta de todos los hombres y alguna señorita que me amó, a todos los seres que yo amé y que se sintieron como atizbos de iluminación. Confirmo que cada uno se sintió diferente y que aunque no piense en ellos, siempre recordaré como se sentía estar a su lado.

Tu poesía está bonita, pero ¿y?

viernes, 26 de junio de 2020

Torito

No sé nada en absoluto.

Veía Nat Geo Wild cuando uno de mis recuerdos más lejanos vino a mi mente.

Tenía como cuatro o cinco años y Luis Miguel acababa de sacar su disco.

Madonna también había sacado su disco recopilatorio de baladas y llegó a mi casa porque los Reyes Magos se lo dejaron a mi mamá.

Una tarde -que seguramente era lluviosa porque todas las tardes de mi infancia eran lluviosas- vi un documental sobre el Sahara.

La madre primeriza acababa de dar a luz un pequeño bizonte que a penas y podía mantenerse en pie, mucho menos podía luchar por su vida. Tras una persecución en la que una leona intenta atrapar al pequeño torito y luego de que estuviera a punto de salvar su vida, la leona finalmente caza a la presa.

Toda la tarde pensé en el torito muerto y los siguientes 22 años.

Diario mueren animales, personas, organismos, ecosistemas... pero diario tengo de nuevo la sensación de no poder hacer nada ante el inminente curso del mundo, de la naturaleza y del tiempo.

Cuando tenía como 15 años y seguía deprimiéndome por las cosas que se escapan de mis manos, mi primo, que en ese entonces tenía 5 años, me decía que no me preocupara, que así eran las cosas y era lo normal.

Todo me afecta a ratos, todo me recuerda que soy frágil y cedo ante todo.

Todo me quiebra, hasta un triste y trivial documental.

Y pienso que no estoy hecha para este mundo en el que las cosas me afectan demasiado y que cualquier cosa me romperá un día de una vez por todas.

Me golpea tanto escuchar ese disco de Madonna, no por el torito ni el documental, sino por toda la tristeza que representa.

La abrumadora tristeza que me antecede y me estigmatiza porque no me puedo librar de ella. Ni siquiera es mi tristeza.

Como sea, casi tengo 30 años y me sigue causando conflicto ver morir a seres que tenían que morir y que morirían de cualquier modo.

Soy tan ñoña

Estoy en el camino hacia algún lugar donde finalmente abrazo mi fragilidad

miércoles, 25 de marzo de 2020

No me aguanto en mi cuerpo ni en mi piel ni en mi mente

Quisiera dormir sin pendientes, pero todos los días los tengo

Quisiera levantarme e irme pero no tengo fuerzas


Dormí por la tarde porque tenía un espantoso letargo que me arrastraba y porque quería regresar a mi sueño.

En la mañana me despertó un sueño en el que A me dejaba una carta. En ella me pedía perdón porque yo había nacido para quererlo pero él no podía corresponderme.


lunes, 9 de marzo de 2020

Tengo 27 años y sigo siendo una niña perdida.


jueves, 5 de septiembre de 2019

Podemos decir palabras sueltas y algunos reaccionarán comentando"Vaya, qué bonito" o podemos decir ideas, armar como si fueran construcciones, estructuras en la mente de quien me lee y finalmente habremos provocado.

Mis ideas están podridas, mutiladas y sucias, por eso las comparto. Al final guardo atisbos de ideas que alguna vez fueron.

Y todo por esta compulsión extraña de no querer ser olvidados...

A continuación, algunas consideraciones para pensar en el suicidio

1. No importa lo que hagas, todo saldrá mal, aún cuando intentes que no sea así, aún cuando parezca que todo está bien. La vida es un interminable cúmulo de fracasos que develan en fila india o como fichas de domino (si se me permite y se me prefiere). Entre más pronto se resigne uno, será mejor.

2. Jamás nadie te apreciará lo suficiente. Si eres capaz de rascar lo suficiente profundo encontrarás que todos los afectos son malos, cada relación está dañada y la pura toxicidad mueve tu vida. La única respuesta que se me ocurre es aislarse hasta que nadie sobre la tierra recuerde tu nombre.

3. Aún si sorteas los terribles infortunios antes citados, llegarás a la cuenta de que no eres realmente feliz, la felicidad sólo son muchos instantes en calma que pueden rebatirse con facilidad, mejor ni intentar.

4. Tu decadencia es inminente, aún si no la ves, aún si la niegas...

Lo que más odio es que no sepas usar el sujeto, amiguito...